Juan Uriel Sandoval Díaz perdió un ojo
en las protestas en contra de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto el
pasado primero de diciembre en la ciudad de México. Un proyectil, al parecer
una bala de goma disparada por la Policía Federal, lo hirió en el ojo derecho,
provocándole además fracturas en pómulo y nariz. Las palabras del joven estudiante
al salir del hospital en que fue atendido son algo más que una lección de
dignidad.
Al margen de cualquier apetito de venganza,
de la represalia que hace del "ojo por ojo, diente por diente" su
máxima, Juan Uriel dice, dirigiéndose a la prensa y a sus amigos y compañeros
que lo esperaban a su salida del Hospital General, algo que es muy poco común escuchar
en quien ha vivido una experiencia como la suya: "Un ojo no es nada. Miles
de seres humanos no tienen que comer todos los días, los obreros tienen que ir
a las fábricas agachando la cabeza para darle de comer a sus hijos, los
campesinos pierden sus tierras y nadie hace nada... Hay muchas injusticias en
el país que también están sucediendo y que no las podemos olvidar"(http://www.youtube.com/watch?v=PQfjvx0Gq6w).
Eso que le quitaron él lo transforma en condición de "nada", el mercado
no puede resarcir eso como "daño económico", comparado con aquello
que otros pierden, con aquello de lo que carecen, con la injusticia que padecen
y que Juan Uriel convoca a no olvidar. Él añade una "cosa insignificante",
sin precio en el mercado: dignidad. En una época en la que frecuentemente se
oye decir que "nada es gratis", en la que el capitalismo ha
convertido casi todo en mercancía,
Juan Uriel le da cuerpo a lo que resta en ese casi al desprenderse gratuitamente, no solicitó una reparación
económica, de una parte de su cuerpo. Si querían una parte de él se las regaló,
no implora, no se coloca como víctima.
La gratuidad de su gesto va acompañada de
una visión singular: "Esto no terminará hasta que la miseria termine.
Reivindico todas las formas de lucha y pido justicia para todos los presos,
porque la libre manifestación es un derecho que no nos dejaremos arrebatar.
Hace falta más organización entre los desposeídos para buscar los ideales de
solidaridad e igualdad" (La Jornada, viernes 7 de diciembre de 2012). Él queda
desposeído de una parte de su cuerpo, que cede a cambio de sostener una lucha
política que ponga fin a la miseria de los desposeídos. Un ojo deja en alto su
mirada, esa dignidad que hace relación con los otros.
Cuando muchas voces en nuestro país -no
solo dentro del duopolio televisivo- se apresuran a nombrar como
"vandalismo" algunas manifestaciones de violencia que cuando ocurren en
otros países -Grecia, España, Francia, etc.- son nombradas como
"protestas" o cuando mucho "disturbios", Juan Uriel
reivindica todas las formas de lucha al no olvidar la violencia que entraña la
desposesión en la que viven millones en nuestro país. Una visión que prescinde
del discurso políticamente correcto, el de una democracia que tiene su coartada
perfecta cuando encierra la participación política de los miembros de una
sociedad en las paredes de la urna electoral.
El acto de Juan Uriel nos muestra que en
el terreno del deseo hay que perder algo para ganar -todo lo contrario a lo que
propone el sistema de creencias que le da forma al capitalismo-, que solo
cediendo un objeto sin restitución es posible que se sostenga un deseo que
tenga consecuencias. Como todo deseo éste también hace posible una forma de
lazo social, en este caso uno en el que quedan incluidos aquellos que han sido
excluidos: los presos políticos y los desposeídos de los beneficios de ese
sistema de exclusión que se llama capitalismo. "¡No estás solo, no estás
solo!", le gritan sus amigos y compañeros a Juan Uriel, quien se autoriza
junto con algunos otros a sostener la dignidad.
Publicado originalmente en La Jornada Jalisco el
viernes 21 de diciembre de 2012:
http://www.lajornadajalisco.com.mx/2012/12/21/ojo-por/
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